EN EL PRINCIPIO FUE EL SILENCIO
Si el viento interrumpiera su murmullo frío
y la niebla cediera, esponjosa, ante el bosque de agujas
encendidas,
entrevería una costa gris, sembrada de destellos anodinos,
donde esconderme, piedra pequeña,
punta de flecha pálida,
en un resquicio de un verano céltico.
¡Robles!
cuánto camino para ser lluvia sosegada,
sin ruido,
sin ruido otra vez,
quiero que me oigáis,
y en la tarde,
sigilosa,
ser un fósil reseco en el camino,
para después perder el habla
o, mejor, tallarla en piedra fría
y luego
tirarla deshojada,
muda,
vientre roto, atravesado mil veces de la hierba,
a los glaciares.