EL TIEMPO DETENIDO
Cae la noche,
ya sus bordes dilatados se posaron
sobre el monte tranquilo,
todavía la claridad lechosa y acerada
asoma detrás del eucalipto.
Vertió la memoria su lenta sabiduría
sobre nuestros pasos
y te vi de espaldas,
y me llegó el pasar de tu vida
que caía entre mis dedos,
hacia mis brazos y mis pechos
en derrotada huida.
No respiraba por miedo
a abrirlos demasiado y perder
tu savia.
Ni una partícula de nuestros cuerpos
se irá detrás de ese bosque,
al otro lado.
Nos ataremos a los árboles
y al camino que desciende.
Nos ataremos a la hierba y al río,
al pan.
Todavía es el ocaso.
La luz es inmensa en esta
hora tardía y sosegada.